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Chenoa ha estado en Palma. Dos días solamente. Nochebuena y Navidad. Y ha estado siempre en casa, en compañía de sus padres y abuelos maternos. Y aunque poco, ha visto a su novio, atareadísimo en estas fechas, pues, como ya contamos, es el director del la big band del Casino donde no ha faltado el trabajo. Según nos contaba Tati, el padre, Chenoa, a poco que puso los pies en casa se metió en un pijama y «encima se puso un jersey» y así anduvo durante esos dos días. Para cenar pidió una pizza, vio Gladiator y la Momia II, durmió la primera noche 14 horas y regresó a la Academia muy relajada. Chenoa no estuvo sola. Estuvieron con ella sus padres, Tati y Patricia y los abuelos maternos Carlos y Esther, quienes no la veían desde hace seis años, «pues la última vez que estuvieron sus padres en Mar del Plata, ella se tuvo que quedar por el trabajo y los estudios».

Y es que como muy bien repite a menudo Chenoa, su vida ha sido un curre casi constante. Comenzó a estudiar Bellas Artes, pero no le gustó y lo dejó. Mientras tanto cantaba en el Casino en el espectáculo Millenium. No conforme con eso, estudió para poder trabajar en una guardería, y cuando lo logró compaginó ese trabajo con el de las noches. «Somos una familia de trabajadores -dice el abuelo Carlos, que se confiesa gardelista, peronista e hincha del Boca Juniors-. Ahora soy pasivo, estoy retirado, pero yo tenía un restaurante y mi mujer cantaba. También cantaba su hermano. Y mi hija y mi yerno -señala a Tati-, al que considero como a un hijo, también cantan...». Luego -le interrumpono es extraño que Chenoa cante, y que cante bien».

Los abuelos acaban de llegar de Argentina, un país que lo está pasando mal. «Estamos tan mal -dice Carlos con amargura- que peor no podemos. Pero creo que saldremos. Con la ayuda de los españoles, que no olvidan que Argentina también les ayudo cuando les cerraron las puertas, saldremos de ésta».

Hablamos con los seis algo más de una hora. No hay preguntas ni respuestas, sino que cada cual dice lo que piensa, casi siempre en torno a Chenoa. Ni que decir tiene que los padres están ilusionadísimos, pero manteniendo los pies en el suelo. También están confiados. «Somos músicos -repite Tati-, por tanto sabemos hasta dónde podemos llegar, y yo creo, creemos, que Chenoa puede llegar lejos. Pero dejemos que pase el tiempo». «¿Cómo la ve usted mejor a Chenoa?», pregunta la madre, que se le parece muchísimo. O -mejorviceversa. «Chenoa está bien siempre porque es ella, no trata de imitar a nadie, canta e interpreta la canción con suma facilidad. Por eso la veo bien siempre, y si sigue así creo que no va a tener problemas nunca», le digo.

A lo abuelos tampoco les ha sorprendido el éxito de su nieta. «No vimos el primer programa», nos dice la abuela, quien el otro día al bajar a la farmacia a que le tomaran la tensión, sin decir a nadie quién era, fue reconocido por algunas personas, «ya ve usted, me reconocieron recién llegado». «Pues no viendo el primer programa -le decimos-se perdieron algo muy bonito: escuchar a Chenoa cuando expresó, muy emocionada, lo mucho que les quiere y la pena que le daba no tenerlos cerca». «Fue muy bello -interviene ahora la madre-. Bello y muy emocionante, por eso no se lo queremos dejar ver. Porque seguro que se emocionaban mucho». Tras haber estado ese rato con los abuelos y padres de Chenoa, entiendo que ella sea una gran chica.