Ayer se procedió a talar el pino protagonista de una de las tradiciones más emblemáticas. Foto: M.C.

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El calendario pagano que regía las vidas de las gentes de antaño se basaba en los invariables ciclos de la agricultura, marcados año tras año por una naturaleza más o menos previsible. Asombrados por los efectos que los astros tenían sobre sus existencias, los antiguos campesinos aprendieron a establecer las fechas clave que marcaban esos cambios previsibles: el solsticio de invierno y de verano, la llegada de las lluvias, la época de la siembra, de la cosecha, de las matanzas, de las conservas... Las fechas más señaladas se celebraban por todo lo alto.

Para un paès el ciclo más importante era la primavera, por cuanto su prodigiosa creación de frutos era sinónimo de una despensa llena. Por eso, en cuanto se dejaba atrás la noche más larga del año "en Navidad" los días empezaban a dar más de sí, anunciando el lento despertar de una tierra. Era el momento de empezar a celebrar los ritos que garantizarían que los dimonis permanecerían alejados, usando ese elemento purificador que protagoniza muchas fiestas ancestrales en el Mediterráneo: el fuego. Ahora llegan los fogueros de Sant Antoni, un festejo presidido por la alegría y el color que representan el desperezamiento de la tierra. La primavera está más cerca y hay que celebrarlo.

Pollença, una de las localidades donde con más entusiasmo se vive esta fiesta, comenzó ayer los preparativos. Un grupo de hombres del pueblo subió a la finca de Ternelles para elegir y preparar el pino al que treparán por Sant Antoni los jóvenes más osados de la localidad con el fin de divertirse y hacerse con el gallo que colgará en su punta. Aunque lamentablemente este año el temporal que azotó la Isla en noviembre dejó en Pollença centenares de pinos en el suelo, la tradición es la tradición... y si ésta marca que una semana antes de Sant Antoni un grupo de hombres del pueblo sube a Ternelles para talar y preparar el pino que protagonizará la fiesta no hay tormenta que valga para impedirlo.

Así, a pesar de que el mal tiempo pudo haberles ahorrado mucho trabajo, los pollencins no se conformaron con aprovechar uno de los pinos que el temporal dejó en el suelo y llevaron a cabo, un año más, el ritual que supone elegir, talar y preparar el ya famoso Pi de Sant Antoni. Y es que «este árbol no puede ser un pino cualquiera», decía ayer uno de los esporádicos leñadores. «Debe ser un pino recto, de tronco ni muy ancho ni muy delgado y de cerca de 20 metros», explicaba.

Y si elegir el pino no es tarea fácil, más difícil es talarlo, limpiar su tronco y bajarlo en carro por la finca de Ternelles hasta dejarlo a punto para la fiesta de Sant Antoni. El pino talado ayer mide 19'60 metros. «Es un buen pino», aseguraban quienes lo cortaron. Está todo listo. Sólo falta que el día de Sant Antoni «el buen pino» no complique demasiado la tarea de desplazarlo por las estrechas calles de Pollença hasta la plaza donde lo treparán y, cómo no, continuará la fiesta.