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Pollença se volcó un año más en la fiesta del pi de Ternelles. Todos a una, los pollencins consiguieron bajar el árbol desde la finca de Ternelles hasta la plaça Vella, en el corazón del pueblo, donde los más jóvenes se retaron a treparlo. La jornada se inició a media mañana cuando los pollencins partieron de la plaça de l'Almoïna hacia Ternelles, donde les esperaba el pino. Junto al paciente árbol también aguardaba el almuerzo, a base de pa amb oli y arenques.

Una vez llenos los estómagos, a media tarde se inició el descenso del árbol hacia el pueblo. Iluminado por el sol pero no por ello sin frío, el itinerario del pino por las calles de la localidad transcurrió en medio de una gran fiesta, a trompicones entre bromas, risas y los ya clásicos paros para reivindicar bebida al son del grito «volem mesclat», una peculiar bebida con la que los pollencins riegan todas sus fiestas.

Tras horas de empeño y ya de noche el árbol llegó, más o menos sano y salvo, a la plaça Vella. Una vez allí, el motor humano que se ocupó del traslado aunó de nuevo fuerzas para levantarlo. Luego, todos aquéllos a quienes les quedaba fuerza y ánimo se retaron a treparlo hasta lo más alto, donde aguardaba un impaciente gallo.

Cuando al animal se le adjudicó un dueño, Joan Mercè, la fiesta se fue deshinchando y entrada la noche, en la plaça Vella sólo el pino recordaba la juerga. Testigo mudo de lo que fue una gran celebración, allí permanecerá hasta el primer día de Cuaresma, cuando se convertirá en las espadas para los moros y cristianos. Al fin y al cabo, el pi de Sant Antoni tiene madera de fiesta.