Muchos mallorquines aprovechan las calmas de enero para relajarse y disfrutar del sol. Foto: T.A.

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Enero, mes primero de los doce de que consta el año, tiene treinta y un días y suele transformarse en cuesta para la mayoría. También suele ser frío, más en nocturno que en diurno, ya que si bien es de invierno, nos calma la piel por las mañanas con un sol propio del verano. Unos las llaman las «calmas», otros, más los del mar, las conocen como las seques, y es que en enero "a veces a finales de diciembre o a principios de febrero" suele llegar un tiempo anticiclónico que nos regala buen tiempo durante el día y fresquito a la noche.

El sol y el poco viento de las mañanas nos invitan a caminar por las solanas, aprovechamos para disfrutar con el can o para desarrollar nuestra psicomotricidad o la de nuestros pequeños. Todo acompañado y regado por una disminución del nivel del mar, que hace más vistosa la mirada. Y si nos encontramos surcando la bahía, reconoceremos fácilmente zonas de algas y presenciaremos florecimientos de rocas como si de la nada apareciesen.

Estos días son de esos. Tenemos calma y sol, binomio perfecto para renacer una sonrisa en nuestra faz. Y no sólo en la nuestra, los mejores amigos disfrutan como nunca sobre sus cuatro patas en la arena de las playas. Los rayos no queman y podemos aprovechar para sacar a relucir las lorzas, la manga corta "para los más atrevidos o para los deportistas" no riñe con los 17 o 18 grados que podemos llegar a tener en estas calmas de enero. Siempre y cuando el sol esté por montera, la sombra lejos y la noche todavía en el horizonte.