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La ludopatía es la gran olvidada de las adicciones en la red asistencial pública y afecta a cerca del 3% de la población española, un porcentaje que asciende hasta el 9% en el caso de los jóvenes. Este incremento de ludopatías en jóvenes, que constata el Centro de Tratamiento de las Adicciones, ha dado al traste con el clásico perfil del jugador, «que encajaba con el de un varón de mediana edad, que llevaba de cinco a diez años jugando».

A la hora de explicar las razones que llevan a una persona a jugar sin medida, Antonia Miralles, que dirige el centro junto a Julia Monge, destaca que las necesidades económicas no suelen esconderse tras una ludopatía. «En general -afirma-, las personas que empiezan a jugar no lo hacen por el dinero, sino más bien por problemas de soledad, desequilibrios emocionales o una escala de valores inadecuada».

La persona puede iniciarse como un jugador social, «pero una etapa difícil, de mayor vulnerabilidad, una personalidad con baja tolerancia a la frustración o un exceso del gusto por el riesgo, por ejemplo, pueden arrastrar a la persona al abismo del juego», añade.

Una característica del ludópata es que, por regla general, siempre tiene un juego de elección, el principal, que puede variar a lo largo de su historia lúdica.

Pero, sin duda, asevera esta especialista, el juego que provoca más adicciones son las máquinas «tragaperras», «porque son accesibles, baratas y de premio directo e inmediato». Además, «permiten fácilmente jugar en soledad, que es lo que el jugador busca, y siguen las pautas de lo que en psicología se llama el refuerzo intermitente: el premio puede llegar en cualquier momento».