La compra de viviendas en Balears ha bajado un 30 por cien desde
mediados del año pasado, mientras que el mercado de segundas
residencias ha quedado prácticamente congelado. Estos son los
cálculos del presidente de la Asociación de Promotores
Inmobiliarios de las Balears, Joan Matamalas, que, dejando de lado
los efectos de las moratorias, afirma que «desde antes del verano
pasado, ya era detectable una desaceleración de la frenética
actividad constructora e inmobiliaria registrada los últimos años».
Según Matamalas, «podemos decir que el mercado de la vivienda de
primera residencia se ha estabilizado y ha vuelto a sus niveles
normales. Así, estamos comprobando que promociones residenciales
acabadas se venden y se ocupan en un 70 por ciento, mientras que el
30 por ciento restante queda a la expectativa. Este fenómeno era
impensable hace unos años, cuando las promociones se vendían
inmediatamente, mientras se hacían las obras o, incluso, sin
haberlas empezado».
En cuanto a las segundas residencias, «el mercado casi no se
mueve y las ventas son mínimas. Promociones acabadas hace poco de
chalets y de apartamentos turísticos son compradas en un 5 por
ciento, mientras que el resto está en oferta y pasa el tiempo sin
que nadie se interese. Hace un tiempo era difícil ver carteles que
dijeran 'Se vende'. Ahora ya se vuelven a ver», apunta. El
presidente de los promotores considera que «este parón es lógico,
porque el mercado estaba distorsionado y los precios son
inasequibles para la mayoría de los ciudadanos».
En cuanto a las moratorias, Matamalas afirma que «ante los
precios disparados, el mercado tenía capacidad para autorregularse.
El problema estaba en el redimensionado de las empresas, que habían
crecido de manera desmedida ante el fuerte crecimiento y una
demanda que nunca quedaba satisfecha. No obstante, las empresas
sobredimensionadas podrían haber iniciado un proceso gradual de
reajuste y reconversión, sin cortes traumáticos. Con la aparición
de las moratorias, estos cortes traumáticos son inevitables y
provocarán, presumiblemente a partir de octubre, cuando se acabe la
inercia actual, pérdidas notables de puestos de trabajo en el
sector de la promoción y de la construcción, y en los subsectores
de servicios y equipamientos.
Todo este ciclo no supondrá un abaratamiento de las viviendas,
ya que el suelo será más escaso y su alto precio repercutirá en el
valor de las casas. Además, las moratorias y la inseguridad
jurídica que generan han puesto de golpe en el mercado promociones
que podrían haberse repartido en el tiempo de manera mucho más
lógica y razonable». Una de las consecuencias más importantes de
toda esta situación es el final de las sustanciosas plusvalías
producidas en los últimos años por la compra y la venta posterior
de una vivienda. Es el caso de numerosos particulares que
adquirieron una casa durante la última década y la han vendido a
precios que duplican la inicial. «Esto ya ha pasado a la historia»,
asegura Matamalas.
De la misma opinión es Manuel Gómez, gerente de la Asociación de
Constructores de las Balears: «Las plusvalías continuarán, pero ya
no servirán para comprar una casa mejor o para aportar la entrada,
como se ha hecho hasta ahora, sino que la vivienda obtenida será
parecida a lo que ya se tiene. Si se compra ahora un piso por 20
millones, será realmente difícil venderlo por 30 o 40 de aquí a
unos años», apunta.
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