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Si alguien aún tiene dudas sobre la conveniencia o no de las moratorias urbanísticas tal vez le convenga darse una vuelta por la costa de Calvià y Andratx. Seguro que despeja muchos interrogantes. Hay muchos sectores de Mallorca cuyo paisaje ha sufrido una degradación feroz desde que los años 60 trajeron consigo el turismo de masas y todas sus exigencias residenciales. El cuño balearización ofrece muchas postales paradigmáticas en numerosas calas de la bahía de Palma, paradisíacas apenas hace cinco décadas.

Si entre los 60 y 70 la actividad constructora se centró en los hoteles y en los 80 en los bloques de apartamentos, los 90 han sido la década de las viviendas unifamiliares a gran escala, los adosados/pareados, las aldeas y poblados mediterráneos y las ostentosas megavillas con vistas directas, y algunas con acceso privado incluido, al mar. En Calvià, los escasos tramos libres de cemento y hormigón se han ido rellenando a una velocidad de espanto. El tramo litoral comprendido entre Costa d'en Blanes y Palmanova, antes un oasis para el hotel Punta Negra, ha caído víctima de voracidad del fin de siglo XX.

Además de un macrocomplejo turístico de cinco estrellas, un rosario de villas y chalets de lujo han devorado hasta el último palmo de costa libre. Por la segunda y tercera línea, Son Caliu Nou ha engullido hasta el último palmo hasta chocar con la autopista de Ponent. Otro tramo costero de Calvià cuya urbanización ha sido especialmente espectacular en los últimos años ha sido el comprendido entre el núcleo residencial de El Toro y la zona turística de Santa Ponça. Diversos proyectos de mayor o menor envergadura han ido apoderándose de la franja costera.

En la actualidad, dos complejos hoteleros de lujo está en obras sobre los acantilados de ses Penyes Rotges y numerosos proyectos particulares van rellenando el atomizado puzzle de parcelas en que se han convertido los dos lados de la carretera que une el Toro y Santa Ponça. Los planeamientos urbanísticos de Calvià de 1991 y 2000 han frustrado cualquier posibilidad de construir en amplios sectores «interiores» del municipio, como son la ciudad del golf de Santa Ponça y determinadas áreas de Bendinat, sa Porrassa o Peguera, pero en el litoral, donde la presión y el negocio son tan inmensos como el vecino mar, se sigue edificando y los pocos árboles de la marina del Pariatge ceden su altanería a las grúas metálicas.