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Al final del siglo XVI, se comenzó a celebrar la procesión de la Sang en Palma, en la cual se portaba la imagen del Santo Cristo de la Sangre del Hospital General. El Santo Cristo de la Sangre es la devoción más enraizada de los mallorquines. Decía Gabriel Maura, en 1892, en sus «Aigoforts» que «los marineros honrados que llegan de viaje con los cabellos brillantes, con la sal del último golpe de mar, si no van en "pelegrí", descalzos y cargados de cadenas, se presentan con su mujer y sus hijos a darle gracias por la llegada... Todos se cuidan de hacerle partícipe de sus economías...».

Y es que en esta tierra hasta el más descreído cree en la Sang. Nos acordamos de Santa Bárbara cuando llueve. Agnósticos de toda la vida, sienten estremecer su interior cuando La Sang visita sus calles y recuerdan, en silencio, aquel día que entre el desespero y el sollozo reprimido, le prometieron a la Sang un pío Padrenuestro si la enfermedad incurable del ser querido remitía su curso. Así somos y sorpresas nos da la vida...Y la Sang, con su hermoso manto de pelo y su expresión que alivia almas y angustias.

El propósito de enmienda no tiene razón de ser con la Sang, el Cristo todo lo perdona; incluso el pecado impenitente. De ahí que en nuestro barrio chino sean muchas las «Maria Magdalenas» de un día que le cantan una saeta a su paso. Y desde aquí la veneramos hoy, recordando una Imagen de Ayer, cuando entre la Guardia Civíl, los sacerdotes y las autoridades militares, salía el Jueves Santo, escoltada por armas y devotas miradas.