Ecologistas del GOB se encadenaron ayer a las excavadoras que
intervienen en la regeneración de la playa de Can Picafort para
impedir durante unas horas que prosiguieran los trabajos. La
iniciativa era simbólica y quedó en eso, en un símbolo, mientras
desde la Conselleria de Medi Ambient se tomaban medidas más
drásticas para detener el proyecto ordenado desde el Ministerio de
Jaume Matas.
La situación es problemática, porque una vez más los ciudadanos
"que lo que quieren es que se arreglen los desperfectos provocados
por el temporal sin dañar el ecosistema" asisten a una guerra
política entre partidos e instituciones enfrentados. Al parecer la
deposición de arena del mar en Can Picafort ordenada desde Madrid
carece del preceptivo informe de la Conselleria balear. Si
realmente es así, el Ministerio que dirige Jaume Matas debe dar una
explicación.
El caso es que el problema sigue ahí, independientemente de las
posturas que adopten unos y otros: el temporal de noviembre arrasó
parte de las playas de Mallorca y hoy, casi seis meses después, con
la temporada turística en puertas, todo permanece igual. Se puede o
no estar de acuerdo con la solución escogida por Medio Ambiente, se
pueden estudiar otras salidas, pero lo inaceptable es el
radicalismo. Por parte de los ecologistas, que anteponen los
«derechos» de la fauna marina a los de las personas; y por parte de
los empresarios de la zona, que se dedican a insultar a los
«verdes» de manera vergonzosa.
Para todo en esta vida hay un término medio y es necesario
esforzarse para encontrarlo. A nadie se le escapa que si las playas
desaparecen por una tormenta es quizá porque han sido maltratadas
durante décadas. Lo valiente y lo válido es preservar nuestro
riquísimo patrimonio natural sin echar por tierra el negocio
turístico. Parece que encontrar este punto de equilibrio es
imposible. Como si se hubieran puesto de acuerdo, todos se están
esforzando por crispar más los ánimos.
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