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Santos García, dueño de Globo Rojo: «Jamás estuve
detenido»
Días atrás la discoteca Globo Rojo ha sido noticia, o mejor, su
dueño, Santos García, porque, según se cuenta entre otras cosas,
éste estaba relacionado con mafias que se dedican a traer
prostitutas del este de Europa. Con Santos estuvimos anteanoche,
precisamente en el Globo Rojo, donde todo discurría con normalidad.
«Como puedes ver "nos dijo", estoy en libertad, ya que nunca estuve
detenido, como se ha dicho. ¿Por qué? Pues porque no estoy
implicado en nada, de lo contrario la juez me habría mandado a la
cárcel». Santos lo niega todo, «en especial la relación con polacos
y húngaros. ¿Quiénes son? Yo, desde luego, jamás he tratado con
ellos. Además, como esto está penado, en el caso de que yo hubiera
tenido contactos con ellos, seguro que ahora estaría detenido.
Dicen también que hago pagar la habitación a las chicas que las
ocupan. ¡Falso! Y si no, que les pregunten a ellas. Yo les dejo la
habitación y les doy una llave para que entren y salgan cuando les
plazca y por ello no les cobro ni un céntimo. ¿Que por qué lo hago?
Sencillamente, porque tengo un local abierto al que vienen clientes
y clientas por su propia voluntad, y como entre ellas hay algunas
que me interesa que sigan viniendo, les presto la habitación,
porque por otra parte me cuentan que no tienen dónde ir. Si después
entre ellas y ellos llegan a algún acuerdo sobre tal o cual
servicio, es cuestión de ellos, yo no entro en esa cuestión. Santos
asegura que no tiene ningún chalet en el término de Marratxí. «Es
falso». Y añade. «Mire, yo estoy al frente de esta empresa desde el
primero de julio de 2001 y hace cuestión de un mes alquilé un
chalet en la zona del Amanecer para seguir dando residencia a las
chicas que no tenían casa». Por último, niega que «cobremos 3.000
euros a cada chica que viene por aquí, pues nunca hemos ido a
contratar a ninguna, sino que, repito, vienen libremente. Tampoco
es verdad que retenemos a las chicas contra su voluntad, pues el
local se abre de cinco de la tarde a cinco de la madrugada, y aquí,
salvo las pocas que se quedan a dormir, no queda ninguna, y
aquéllas, como ya he dicho, tienen una llave para entrar y salir
libremente».
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