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«Hundidos en la miseria y la desesperación», así se siente buena parte de la comunidad universitaria por «el mal servicio» que les presta la Empresa Municipal de Transportes (EMT), que el pasado 1 de julio volvió a reducir a su mínima expresión el servicio a la Universitat, sin ni tan siquiera avisar con antelación, lo que provocó que ese día numerosos alumnos llegasen tarde a los exámenes de final de curso.

No obstante, las quejas se prolongan a lo largo de todo el año y prueba de ello es la abultada carpeta de reclamaciones que la síndica de greuges, Monserrat Casas, acumula en un cajón.

La principal y más frecuente protesta hace referencia al incumplimiento de las frecuencias establecidas, «algo que transtorna a todo el mundo, pero que nos afecta especialmente al personal de administración y servicios, porque estamos sometidos a un control del horario laboral», afirma una de las personas que subscribe esta denuncia pública, que respaldan tanto alumnos como profesores, decanos, vicerrectores y la propia síndica de greuges.

Y es entre las 7.00 y las 8.00 de la mañana, la franja horaria de mayor afluencia de personas al campus, cuando los incumplimientos adquieren mayor gravedad y mejor se evidencia la insuficiencia de autobuses para cubrir la demanda.