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El calor aprieta a media mañana en Formentor. Sentados en unas hamacas a la sombra, a pocos metros de la playa, dos conocidos oftalmólogos que veranean en la Isla nos hablan de lo que es su pasión: la ciencia en favor de la humanidad. La medicina es una vocación y Joaquín Barraquer, que representa la cuarta generación de oftalmólogos en su familia, la vivió desde pequeño: «Yo me crié entre expertos que me inculcaron el amor por lo que hoy es mi trabajo. Mi padre fue mi gran maestro. Con él viví de cerca todo este mundo y a su lado hice mi primera operación de cataratas a la edad de trece años».

A sus 75 años, con nueve libros, seis monografías y centenares de artículos publicados, Barraquer se ha convertido en un punto de referencia. De todas sus contribuciones a este saber, el Banco de Ojos, donde se realizan trasplantes de córnea, es una iniciativa apreciada entre colegas. El doctor Benjamin Boyd, director de la revista internacional «Adelantos para la oftalmología», habla orgulloso al respecto: «Es una aportación clave para la humanidad. Poder recoger ojos de donantes y corregir manchas, deformaciones y heridas en la córnea es un gran avance».

Ambos saben que el mal de la medicina actual son las prisas de pacientes y de médicos que, como apunta Barraquer, para quien su clínica lo es todo, «entienden la medicina como un negocio y no como un sacerdocio». Estos expertos coinciden en que a veces un abrazo vale más que cualquier medicamento y por ello, Barraquer comenta que más importante que los premios que ha ganado, incluido el de Oftalmólogo del Milenio, es participar de la alegría del paciente curado. Ambos son optimistas con el futuro de este saber. Pero el avance de la ciencia no es óbice para que cada uno cuide su vista y más ahora en verano, época en que la exposición irracional al sol puede provocar enfermedades cancerígenas que afectan a estos órganos.