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Lo que hizo anoche Pablo Hermoso de Mendoza en la plaza de toros de Palma no fue rejonear, sino torear en el sentido más estricto de la palabra. El rejoneador navarro demostró ayer que es el indiscutible número uno de los rejoneadores. El torero navarro cuajó una sensacional actuación a pesar de que en su cuadra ya no se encuentra el mítico «Cagancho», retirado de los ruedos el pasado 6 de julio en Pamplona, pero el rejoneador estellés cuenta con unos aliados equinos que desbordan torería, carácter y arte sobre el coso. A su primer enemigo, el tercero de la noche, Hermoso lo recibió al quiebro en los medios en sus dos primeros encuentros con los rejones de castigo.

En el segundo tercio, el público enardeció, cuando tras clavar una espectacular banderila, llevó clavado a la cola del caballo al toro, dando una vuelta completa al ruedo con él y con el caballo en paralelo con el astado. La ovación fue de las más atronadoras que se han oído en el coso de la Avenida Gaspar Bennàssar de Palma. La faena, aunque parezca increíble, subió de intensidad con una banderilla puesta en las mismas tablas y citando muy en corto al animal. Con las banderillas cortas, Hermoso de Mendoza estuvo sencillamente sublime y, tras colocar la tercera en todo lo alto, hizo «el teléfono». Un tercer rejonazo acabó con la vida del animal y le fueron concedidas dos merecidas orejas. En cada tercio Hermoso utilizó los caballos Labrit, Albaicín y Mariachi.

En el segundo de su lote, Hermoso sencillamente bordó el toreo a caballo, con una cuadra casi totalmente diferente a la que utilizo en su primer enemigo y compuesta por Ébano, Fusilero, Campogrande y Mariachi, ejerció de auténticxo maestro, tanto con los rejones de castigo como con las banderillas y las rosas. Siempre citando de tú a tú al animal y ganándole la partida en el último instante, sus encuentros con el astado se conviertieron en un auténtico baile marcado al son del equino correspondiente.

El público no daba crédito a lo que veía y literalmente se rompía las manos aplaudiendo. Esta gran faena no podía tener otro colofón que un rejonazo de muerte en todo lo alto, que le valio los máximos trofeos. Leonardo Hernández y Fermín Bohórquez, a pesar de estar en los primeros puestos del escalafón, recibieron una auténtica lección de cómo se efectúa la suerte del toreo a caballo. Ambos rejonearon muy bien, pero les faltó lo que le sobró a Hermoso de Mendoza, torear.