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AGENCIAS - LONDRES
Hace cinco años, tras la muerte accidental de Diana en París el 31
de agosto de 1997, la familia real vivió su mayor crisis desde la
guerra. De un lado, un pueblo desconsolado, millones de británicos
cubrieron literalmente de flores la residencia de la princesa
fallecida y lloraron en sus funerales. Del otro, una reina
silenciosa, encerrada con su familia en el castillo de Escocia en
el que pasaba sus vacaciones, y que dio la impresión de no
comprender en absoluto el pesar de su pueblo.
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