En este país somos muy aficionados a la palabrería. Nos encanta
hablar y hablar, dejando para más tarde aquello de actuar. Así
suele ocurrir en el ámbito doméstico y también en el de las grandes
decisiones de Estado. Los políticos son especialistas en este modus
operandi. Y últimamente se han unido al festival de declaraciones
los jueces. El fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, habla ya
incluso de la posibilidad de suspender la autonomía vasca
"amparándose en la Constitución" ante la negativa del Gobierno de
Ibarretxe de ejecutar el auto del juez Garzón que suspende las
actividades políticas de Batasuna.
La cosa es grave. Gravísima. Aunque ha quedado un poco diluida
cuando altos dirigentes populares han negado esa posibilidad. Pero
el globo sonda ya está lanzado y ahora, probablemente de aquí a las
próximas elecciones, el ambiente estará tan cargado que de hecho
imposibilitará cualquier avance en el proceso de normalización del
País Vasco.
En todo este guirigay de dimes y diretes el portavoz socialista
se ha mostrado acertado al considerar que suspender la autonomía
vasca "que equivaldría a un estado de excepción" sólo beneficiaría
a los radicales, así que en nada contribuiría a mejorar las
cosas.
Como tampoco ayudan posturas públicas como la manifestada por el
director del Instituto Cervantes "antaño miembro de ETA, nada
menos", Jon Juaristi, que no dudó en poner a la misma altura al
nacionalismo vasco y al terrorismo, a la vez que convocaba a los
vascos a una maniestación contra el nacionalismo pidiendo que
acudieran con banderas españolas. Si lo que pretenden es generar
una auténtica guerra civil en las calles de Euskadi van por el buen
camino. Así que esperemos que todo se quede en mera palabrería.
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