Si días atrás comentábamos en estas mismas líneas que la
confusión creada en torno a la ilegalización de Batasuna y las
reacciones airadas desde el Gobierno vasco únicamente beneficiarían
a los terroristas, hoy, lamentablemente, tenemos que insistir en la
misma idea.
De madrugada morían en Bilbao dos terroristas abrasados por sus
propias bombas y a mediodía perdía la vida brutalmente un guardia
civil en Navarra, quedando heridos otros cuatro compañeros al
estallar una bomba trampa adosada a una pancarta.
Son dos hechos tremendos que no hacen más que demostrar que ETA
sigue viva a pesar de todos los avances policiales, que continúa
teniendo un arsenal bien nutrido y que no alberga la menor
intención de detener su sangrienta actividad, aunque la inmensa
mayoría de los vascos lo reclame.
Es la vuelta al dolor, que en realidad y por desgracia, nunca se
ha ido. Después de tres décadas de indignidad y un millar de
muertos por el camino, las últimas iniciativas políticas y legales
contra el entorno etarra constituyen una novedad, algo que nunca se
había hecho antes. Quizá sea el momento de dar un voto de confianza
a la gestión del Gobierno y ver qué pasa. Tal vez las maniobras
policiales y el cerco a Batasuna tengan algún efecto positivo.
De lo contrario, siempre se estará a tiempo de rectificar.
Porque lo que está claro es que continuar con la pasividad sólo da
como resultado el imperio del terror y de las técnicas mafiosas de
los etarras y sus amigos.
Hoy el País Vaso es más triste que ayer porque la muerte ha
vuelto a instalarse en las calles. Pero si miramos con los ojos de
la esperanza, también veremos que Euskadi está hoy un paso más
cerca de la paz.
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