Algo pasa en este país, y en nuestra Comunitat, cuando todos los
telediarios se llenan de noticias preocupantes sobre la
climatología y en realidad lo que ocurre es que cualquier lluvia un
poco más intensa de lo normal convierte extensas zonas en
auténticos caos, afectando a las comunicaciones, los suministros
energéticos y el transporte. En ocasiones pareciera que vivimos en
un país del tercer mundo en vez de una nación que lleva décadas
inmersa en Europa.
Los aeropuertos, y esto nos afecta muy directamente, sufren
situaciones ridículas cada vez que sopla el viento, llueve con
intensidad o nieva. Y no digamos si esta meteorología coincide con
períodos vacacionales. En esos casos, las terminales asemejan
campamentos nómadas con miles de usuarios protestando ante la
práctica pasividad de compañías y responsables.
Desde el Gobierno hemos escuchado una y otra vez que «España va
bien» e incluso cuando la economía decae, como ahora, llegan a
proclamar que nuestro país va incluso mejor que otros de nuestro
entorno. Quizá sea así en términos macroeconómicos o en esas
esferas que el ciudadano no llega a apreciar nunca. Porque lo que
los españoles perciben y a diario es que fallan muchas cosas,
demasiadas.
Quizá sea producto de una modernización acelerada del país tras
cuarenta años de aislamiento, tal vez sea producto del famoso
«chapucismo» español, pero lo cierto es que demasiado a menudo se
cancelan vuelos "la mayoría de las veces sin dar ninguna
explicación", se va la luz, desaparecen las playas, se hunden
carreteras... por una simple tormenta propia de la estación en la
que estamos, aunque un poco más fuerte.
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