El cabo Francisco Herrero y los soldados Iván Hernández y José Luis
Bauzà comparten la misma mesa a la hora del almuerzo. Los dos
primeros son de Valencia. Francisco lleva cuatro años en Mallorca,
destinado en Infantería 47, e Iván llegó bastante antes, hará unos
diez años, y estudió bachiller en Son Rullan, mientras que Bauzà,
nacido en Orense, es hijo de padres mallorquines, de sa Pobla.
El primero va a ser padre dentro de un mes, «posiblemente lo
seré o a punto de regresar a España o a poco de haber vuelto. Mi
mujer, como yo estoy en Bosnia, se ha ido con su familia a
Valencia, pero luego los tres viviremos en Palma, en Son Oliva,
donde nos hemos comprado una casa».
Francisco, que hasta decidir ser soldado profesional ha sido
camarero, mecánico y agente de seguridad, lleva ya tres contratos
en el Ejército, el primero de 18 meses, el segundo de dos años y
ahora está en el tercero.
Su ilusión es ingresar en el cuerpo de la Guardia Civil, «pues
en el Ejército, como profesional, si no haces nada por mejorar tu
situación, llega un momento en que no te renuevan más el contrato y
te encuentras en la calle. Por eso, como me he enterado de que
funcionan las cosas, voy a preparar el ingreso en la Guardia Civil.
Es también como cuando dicen que en el Ejército no ganas mucho. Que
de entrada es así, pero si te espabilas puedes mejorar los ingresos
y ascender de categoría, o, si no, pasarte a otro cuerpo, civil o
militar».
Iván también lo tiene claro. Lo de Bosnia es circunstancial. Así
como ha empezado, terminará. Que ahora, en Bosnia, económicamente
están bien. Ganan unas dietas diarias de unas diez mil pesetas y,
encima, gastan poco. Pero luego, ¿qué? «Pues voy a seguir. Me
presentaré a suboficial y luego ya veremos. Tengo claro que quiero
ser militar, porque aquí como no tengas las ideas claras pierdes el
tiempo. Aquí hay que progresar, no quedarte estancado»,
asegura.
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