La dimensión y trascendencia del símbolo del Pez es grande y
profunda. Con esto último quiero decir que hace referencia a todo
aquello que tiene que ver en nosotros, simbólicamente, con los
mismos movimientos internos que hace el Pez en el agua, siendo en
nuestro caso movimientos eminentemente emocionales.
Entendemos así el Pez como un ser síquico que nos indica la
movilidad de nuestro inconsciente, es el vehiculador de lo no
mental y que puede llegar a llevarlo a los niveles de la conciencia
y de la comprensión. De nuevo nos encontramos con un símbolo lunar,
aunque en este caso una de sus formas más sutiles, desligadas de la
corporeidad y de los ritmos, aunque tienen una clara expresión en
ambos.
El Pez sería la Paloma de las profundidades, el pájaro de las
zonas interiores. Los caldeos, maestros de la antigua y sabia
Astrología, imaginaron un pez con cabeza de golondrina para
simbolizar la renovación cíclica. Esta unión morfológica se refiere
a la existencia de un rico y misterioso mundo interior cuyos
movimientos podemos llegar a observar y de él aprender mucho sobre
nosotros mismos.
Allí están las compresiones de cuanto nos ha sucedido en esta
vida para hallar entendimiento sobre su sentido, lo que sin duda
puede sernos muy benéfico. Recordemos que Piscis es el último Signo
Zodiacal, y su sentido más trascendente sería la invitación a
aprender a nadar en el Océano de Dios. Lo necesario en primera
instancia es adiestrarnos para ser capaces de fluir en el río de la
vida, hasta llegar al mar de la existencia.
Frederic Suau
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