Los que lo conocen bien y le aprecian, ven en Jaume Santandreu a
alguien capaz de ayudar de forma incondicional a los más
desfavorecidos de la sociedad. Este capellán manacorí se define
como un sindicalista de la Iglesia, ya que esta sagrada institución
no podría considerarse democrática sin una oposición insobornable
como la suya. Santandreu conoce bien a José Maria. S. A., el
perturbado que destrozó la imagen del Sant Crist de la Sang. El día
anterior al ataque contra el símbolo religioso este demente fue a
verle en busca de ayuda. «José María vino a Can Gazà la víspera de
los hechos para pedirme acogida, pero yo me negué porque su
presencia ponía en peligro la estabilidad y el buen funcionamiento
del centro».
«Todos los que hemos impulsado el proyecto de esta comuna
solidaria nos sentimos muy impotentes ante el caso de José María,
ya que durante los dos años que le llevamos ayudando lo único que
hemos conseguido ha sido que intentara matarme dos veces y que
prendiera fuego al centro», afirma el capellán. «Este joven tiene
un gran problema, ya que es un enfermo mental que padece una
esquizofrenia muy grave que le convierte en un ser extremadamente
violento. En Can Gazà lo hemos alimentado y procurado toda la
atención que hemos podido, pero nuestro medios no nos permiten
tratar a personas con patologías mentales como la suya». Este
curioso misionero urbano atribuye el ataque al Sant Crist de la
Sang al «desencanto que siente hacia la Iglesia, ya que todas las
entidades a las que ha acudido le han cerrado las puertas en las
narices, desde Cáritas hasta nosotros mismos».
«Hacía tiempo que José María planeaba hacer algo gordo para
llamar la atención, para exigir ayuda a todos aquellos que le han
dado la espalda. Por eso escogió La Sang. El Cristo de los pobres,
el de las prostitutas, el de la gente humilde que tiene más
esperanza que posibles no le había servido de nada», afirma. «Buena
parte del tormento que sufre este joven está provocado por su
excompañera no le deja ver al hijo de ambos. Primero lo probó por
las buenas, acudió a los juzgados para pedir la custodia del niño y
no consiguió nada. Probó a las malas y acabó en prisión».
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