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No fue, precisamente, muy navideño el discurso del presidente de la Federación Hotelera, Pere Cañellas, en la cena celebrada anteanoche en el Casino. Fue un discurso realmente muy duro, con una visión sumamente pesimista de la situación turística en Balears. En los últimos veinte años, afirmó, nunca se había vivido una crisis de estas características. Cañellas, arropado por todos los grandes del sector hotelero, enumeró todos los males -pérdida de la buena imagen, pérdida de la buena clientela, pérdida de competitividad, retroceso en la desestacionalización, descenso del 20% en las cuentas de explotación...- y señaló un sólo culpable: el Govern, al que acusó de tener a los hoteleros permanentemente engañados. No faltaron tampoco las críticas al conseller de Turisme.

Tiene razón Pere Cañellas en muchas cosas. El año que termina ha sido realmente malo y quizá ha sido peor en Balears que en otras zonas turísticas. Ahora bien, no señalar como posibles causas la difícil situación económica mundial y especialmente la alemana, las consecuencias del 11-S en el transporte aéreo -que perjudican a las Islas-, la llegada del euro... es faltar a la verdad. El Govern puede tener cierta cuota de responsabilidad por haber sido incapaz de diseñar una adecuada política de promoción turística y, sobre todo, por no haber podido entenderse con el sector turístico. Pero, ¿toda la culpa ha sido del Govern? Se puede aceptar que éste no era el mejor año para aplicar la ecotasa y que la fórmula elegida es mejorable, pero la incidencia que haya podido tener es muy escasa. Otras cuestiones, como la guerra sector turístico-Govern, han sido mucho más determinantes. Una economía como la nuestra no puede soportar mucho tiempo este enrarecido clima gravitando sobre un sector tan decisivo como el turístico. Y lo peor es la politización a la que se ha llegado, al alinearse claramente los hoteleros con un color político. Es un grave error.