Quien mire más de cerca al Unicornio comprobará que tiene los
ojos azules y que si destacan como luces es por el color rojizo de
la cabeza del blanco corcel. Nadie puede cazarlo aunque quienes lo
persigan no se arredren ante el cuerno dorado y retorcido que crece
en su frente. Se salva de cualquier emboscada, de cualquier ataque.
Al mismo tiempo se rinde, se ofrece con toda confianza, ante la
pureza de alguien que virginalmente se le aproxima.
Cuando nos referimos al precioso Unicornio hablamos de un animal
sagaz ante la perfidia y que baja todas las defensas ante la
pureza. ¿Será por esta característica que es tan difícil de
encontrar, de atisbar? El Unicornio es la forma mítica del refrán
«Quien esté libre del culpa que tire la primera piedra»... «Aquel
cuya intención sea pura verá al Unicornio». Lo mezquino ahuyenta a
este Caballo Blanco, lo sublime se convierte en la pradera en la
que se alimenta y retoza.
Este animal fabuloso no atemoriza al hombre y transita nuestra
imaginación para recordar la pureza de la fuerza activa masculina.
¿Hay algo más salvaje, menos civilizado, más inhumano que la
pureza?. Otras veces hemos hablado de los estragos que puede causar
el ansia de perfección; lo mismo puede suceder con una añoranza de
pureza primordial, ya que sólo asumiendo los defectos (ser uno
mismo), en el primer caso, y las culpas, en el segundo,
adquiriremos la seguridad y la fuerza humana para vivir nuestras
vidas. Y es así si así os parece... independiente del estímulo que
represente imaginar al Unicornio cruzando el fértil paro de
nuestras almas.
Cuando sabemos ver al otro, a nuestro semejante, en toda su
complejidad viviente, es fácil ver que ha sabido capturar al
Unicornio, sin trampas, sin disfrazarse de inmaculada virgen. El
Unicornio es humano para quines lo aman, para todos aquellos seres
que son capaces de decirle al otro: Te quiero como eres». Esta es
la frase que nos purifica, y que podemos dirigir a un semejante.
Tal vez así un cuerno de luz crezca en nuestra frente, o descienda
sobre nosotros reconfirmándonos la bondad de nuestras intenciones.
Luz; frente luminosa. Penetración humana en la claridad.
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