Los ciudadanos de Balears no sólo somos los que soportamos el
mayor Índice de Precios al Consumo de toda España, y no sólo somos
los que realizamos un mayor esfuerzo mensual para pagar las
desorbitadas hipotecas inmobiliarias, sino que además nos
encontramos a la cola nacional en cuanto a percepción de pensiones
de jubilación.
Aquí el nivel de vida no es bajo, lo sabemos todos, así que
resulta inverosímil que nuestras personas mayores -150.414 en las
Islas- tengan que arreglarse todos los meses con unas pensiones
bajísimas que, además, sufren más que los demás el incremento
constante del IPC.
Esta semana reciben los pensionistas la «paga extraordinaria»
que el Gobierno está obligado a darles en compensación por el
desvío -más del doble- sobre la previsión inicial para 2002 de los
precios.
Bienvenida sea, desde luego, esa pequeña ayuda de unos 130 euros
-poco más de 20.000 pesetas-, que en poco ayudará a una familia que
tiene que sobrevivir con una media de 468 euros -menos de 77.000
pesetas- con el coste actual de la vida.
Pero es que, además, no es una subida salarial que quede
consolidada, sino que, a la hora de aplicar el nuevo porcentaje del
IPC previsto para 2003 se hará sobre la cantidad que se recibía en
2002, de forma que esas veinte mil pesetas no figuran en ningún
sitio, perdiendo nuevamente nuestros mayores en la transacción.
Con esas artimañas nunca conseguiremos que llegar a la vejez sea
motivo de tranquilidad y disfrute de un tiempo ganado a pulso
durante décadas, si lo que ocurre realmente es que uno debe
adaptarse a unas condiciones de vida más que precarias.
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