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Alrededor de 800 personas visitaron en la mañana de ayer las cuevas del Castell de Bellver, sitas debajo del mismo, un emplazamiento que no demasiados ciudadanos conocen y que ahora, con motivo de las fiestas, se pueden visitar en grupos concertados. Todos, tocados de casco, recorrieron los casi 800 metros que separan la entrada de la salida deteniéndose en los puntos más importantes de la misma, como el lugar de cuyo techo pende la plomada que señala el punto central del castillo, o las columnas que se tuvieron que colocar en 1985 cuando se produjo un derribo de piedras por debajo de la Torre del Homenaje, o por lo que fue cuerpo de guardia en tiempos de la guerra civil -las cuevas fueron utilizadas como depósitos de armas y de gasolina de los nacionales-, en el que hay una inscripción de un tal Lorenzo Morlá -seguramente un soldado que prestó el servicio allí, en 1938- y una cabeza humana esculpida en la roca, o por el largo pasadizo que conduce a la salida. Pedro Prieto