Desde Na Burguesa el espectáculo era impresionante. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL

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Los fuegos artificiales siguen teniendo en nuestra ciudad un gran poder de convocatoria. Quizás sea por su belleza, por su espectacularidad o por su colorido, pero lo cierto es que muy pocos palmesanos debieron quedarse en casa ayer, a partir de las 20.00 horas, momento en que se inició el ya popularísimo Aiguafoc, que se prolongó durante unos veinticinco minutos.

Familias enteras, parejas de enamorados, grupos de amigos y de amigas, solitarios y solitarias, turistas y visitantes, personas de todas las edades, se concentraron en las inmediaciones del Passeig Marítim y también en Can Pastilla y s'Arenal o subieron al monte, para tener una perspectiva más amplia.

Las exclamaciones más numerosas fueron, un año más, los «¡oooooh!» de admiración, seguidas muy de cerca por los «¡aaah!» de asombro y por los «¡bravo!» de reconocimiento. Casi todos los colores imaginables, pero sobre todo lilas, rojos, verdes, blancos y azules iluminaron el cielo de Palma, en el que afortunadamente no había ninguna nube ni, por tanto, el peligro de una inoportuna lluvia. El tiempo fue frío, pero la respuesta del público fue cálida. Miles de coches se acercaron hasta la zona, pero la mayoría de palmesanos fue a pie. Muchos ciudadanos aún estaban decepcionados por la lluvia caída en la revetlla, pero ayer, después del espectáculo, volvieron a sonreír.

Josep Maria Aguiló