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Millones de personas en cientos de ciudades de los cinco continentes dieron ayer un mensaje claro y rotundo a los gobiernos de todo el mundo: ¡No a la guerra! Fue una consigna, en todos los idiomas, que brotó unánime de las gargantas de millones de ciudadanos, que recorrieron calles y avenidas a lo largo y ancho del planeta. No estaban solos. Nunca en la historia se había producido una movilización de tal magnitud.

Palma no fue una excepción. Pese al frío y la lluvia, la manifestación convocada por la Plataforma per la Democràcia i la Globalització Social, y a la que se adhirieron numerosas organizaciones, batió todos los récords. Con toda probabilidad, nunca se había vivido en Mallorca una manifestación tan masiva y tan plural. No sólo había ciudadanos afiliados a sindicatos, partidos y colectivos sociales. El «No a la guerra» sacó a la calle a miles de mallorquines no identificados con sigla alguna. En no pocos casos se manifestaban por primera vez. Eran jóvenes y mayores, trabajadores y empresarios, mallorquines e inmigrantes. Todos juntos, bajo la lluvia, caminaron codo con codo, dando un testimonio de civismo y solidaridad a favor de la paz y en contra de quienes apuestan por las armas para dirimir los conflictos. Fue una desautorización tajante a quienes buscan, sin hallarlos, pretextos para hacer oir los cañones.

Bush, Aznar, Blair y todos los jefes de gobierno del mundo entero no podrán hacer caso omiso de este clamor universal. Ayer millones de hombres y mujeres exigieron una solución pacífica al conflicto con Irak. El mundo quiere que se dé una oportunidad a la paz y se aleje del horizonte el peligro de la guerra.