Veinte años para una criatura como el Estatut no son pocos, es toda
una vida. Joven, pero vida. Y, por ello, hay que celebrarlo por
todo lo alto. Si, además, el aniversario coincide con campaña
electoral, qué mejor manera de conmemorarlo que reunirse todos en
un acto como el celebrado ayer en sa Llonja. Infinidad de rostros
del universo político se mezclaron con algún que otro del mundo de
la cultura, protagonistas entre los premiados pero escasos entre
los espectadores.
El edificio gótico albergó una ceremonia de entrega sencilla y
correcta pero, en algunos momentos, un tanto monótona. Ningún fallo
y algún que otro guiño al chapapote y al «No a la guerra» que
recogió, entre otros, el presidente del Govern, Francesc Antich, en
su discurso. Incluso se permitió el lujo de decir aquello de «Vint
anys de força i de sentir bullir la sang», un clásico de Joan
Manuel Serrat reconvertido en eslógan por unos instantes. Ahora
sólo queda la continuación, «Ara que fa vint anys que tinc vint
anys». El protocolo fue tan estricto que nada salió de lo habitual.
Sólo se excedió el público, con un arranque de aplausos a Elena
Gómez, Ignasi Ribas y Lluís Moyà.
El «No a la guerra» también pudo verse en la regidora Lila
Thomàs, que llevaba la característica pegatina negra con letras
rojas. Dos colores significativos, el negro por su abundancia en
los modelos de las señoras y, el rojo, por su vistosidad,
ejemplificada en el traje que lució Pilar Costa, presidenta del
Consell Insular de Eivissa, y en algún que otro abrigo.
Precisamente, el abrigo fue el complemento preferido de las
presentes puesto que, a pesar de la carpa y de las estufas
habilitadas, el frío no permitió a las señoras la osadía de mostrar
modelito.
La estrofa de Serrat y Cucorba fueron los únicos aspectos
musicales de la velada, una velada en la que no hubiera sobrado la
actuación de algún grupo, aunque fuera un cuarteto de cuerda. Eso
sí, si se hubiera tratado de una formación setentera seguro que
habría animado al personal a bailar. Porque, el personal estaba
animado. La charla fue muy amena, sobre todo entre compañeros
políticos, quienes se enzarzaron en conversaciones desenfadadas. El
resto se dedicó a recordar viejos tiempos o a ver viejas, o nuevas,
amistades, o, incluso, a hablar por hablar, que también es una
forma de conversar. Y, entre el tumulto, Jaume Mir felicitó
cariñosamente a Miquel Brunet, amigo y compañero de tantos años de
fatiga. Había que celebrarlo.
De entre la marabunta de trajes, corbatas y faldas, destacó un
bolso, el de Maria Antònia Munar, a la última, y la elegancia de
Maria Antònia Oliver. El resto se escondió entre abrigos,
chaquetones y chaquetas. Una lástima porque, si no, seguro que se
hubiera demostrado que veinte años no son nada si la sangre hierve
y la fuerza vibra. Como dice la canción. Como es el Estatut.
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