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Anteanoche llamé sin querer -me equivoqué de número- a Astrid García Prieto y, puestos ya, le pregunté cómo se sentía al saberse heredera universal de Hasso, su esposo, y me respondió que no tenía conocimiento de ello. Ayer mi compañero Àlex, deMallorca Magazin, la llamó, le preguntó, pero le dijo lo que a mí hace una semana, que no hacía declaraciones. Bien, pues hay que respetar su deseo.

A lo largo del día de ayer no hice más que recibir llamadas o hacerlas al respecto del testamento de Hasso. Hablé, por ejemplo, con Leo, el mayor de los hijos, propietario de un rent a car. «Vamos a esperar. El asunto lo hemos dejado en manos de los abogados, que sean ellos los que lo dirijan». Le preguntamos si es cierto que agredió a su padre, como afirma él en el testamento y la respuesta fue un no contundente. «Cuando tenía 15 años mi padre me quiso pegar y yo me aparté de él poniéndole la mano sobre su hombro. Aparte de eso, jamás tuve otro contacto físico con él. Si le hubiera pegado, me hubiera echado del trabajo del que me marché yo, por mi propia voluntad. ¿Por qué? Porque cobraba cien mil pesetas, y porque siempre me echaba en cara las cosas que hacía mal, recordándome constantemente que él me daba de comer, así que decidí marcharme, buscándome la vida». Respecto a que no le visitó cuando estuvo enfermo, «todo el mundo sabe que mi padre no aceptaba visitas y si yo hubiera ido a verle seguro que me habría echado».

A Leo le ha llamando la atención leer en el testamento que Bárbara Weishaupt figura como segunda esposa, cuando realmente fue la tercera. Quisimos también hablar con Bárbara, madre del segundo hijo de Hasso, Wilko, pero nos dijo que lo mejor era esperar y que el asunto lo había puesto en manos de los abogados. Tenemos entendido -aunque ella no nos lo confirmó- que podría haber pedido leer los tres últimos testamentos, fechados en 6-4-2001, 5-2-2002 y 9-4-2002, respectivamente.

Por último, Alberto, el hijo adoptado por Hasso, hijo biológico de María del Carmen González Gallego, con quien aquél convivió durante un periodo de tiempo (punto 4 del testamento), no da crédito al testamento, «pues en los últimos meses de su vida mi padre adoptivo vivió presionado por su mujer, Astrid», añadiendo que los últimos años «mi padre había cambiado para bien la opinión que tenía de sus hijos».

(Continuará, supongo)