Los chicos y chicas que acuden mensualmente a estas convivencias. Foto: PERE BOTA

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Bajo el lema «¿Quién es Jesús y qué quiere el Señor de mí?», un grupo de veinticuatro chicos en edades comprendidas entre los once y los dieciocho años comparten los mejores momentos de su vida y de su vocación en el Seminario Menor diocesano. Con el objetivo de adaptarse a los tiempos que corren, el Seminario ha cambiado la costumbre de internar a sus seminaristas por la de permitirles disfrutar día a día de la compañía y las buenas experiencias que les aportan la familia y los amigos. Así, una vez al mes, estos chicos que proceden de una gran variedad de pueblos de Mallorca, en los que viven igual que cualquier otro compañero de su edad, se reúnen para llevar a cabo una serie de entretenidas actividades, entre las que destacan los talleres de teatro, música y manualidades, que permiten a los chicos gozar de experiencias que poco tienen que ver con su vida cotidiana.

Con este espíritu de formar a la persona y hacerla crecer en los diferentes ámbitos de su vida, con una serie de valores que poco a poco está perdiendo la sociedad, este grupo de monitores y de coordinadores inculcan de una forma delicada una serie de pautas propias de un proceso educativo y vocacional cuyo objetivo es permitir a los muchachos vivir una vida más responsable en la que no les sea tan difícil tomar sus propias decisiones. Para poder llevar a cabo esta actividad, el Seminario ha diseñado una serie de elementos pedagógicos entre los que destaca el «cuaderno vocacional», una libreta en la que los seminaristas pueden plasmar sus diferentes experiencias y puntos de vista sobre lo que no dudan en llamar «los cinco pilares básicos sobre los que se asienta la vida responsable», que son la familia, los amigos, la amistad con Jesús, el estudio y el tiempo libre.Este ambiente lúdico, divertido y profundo permite a los niños, que este próximo domingo celebran junto al resto de la Iglesia de Mallorca el Día Mundial del Seminario, vivir su fe con orgullo y con naturalidad, lejos de la crueldad de los adolescentes, que no dudan en muchas ocasiones de avergonzarlos por poseer lo que ellos consideran un «tesoro», a la vez que se encuentran rodeados de un grupo de amigos que comparten sus mismas inquietudes, gustos y aficiones y entre los cuales se sienten acogidos y protagonistas, en medio de un mundo que poco a poco va perdiendo su esencia espiritual en favor de otros valores, que más tienen que ver con lo que se puede ver y tocar que con lo que hace engrandecer y madurar a las personas.

Irene M. Pery