Han pasado 25 años y a muchos les parecerá que fue ayer cuando
empezó a caminar la Universitat de les Illes Balears. Un 28 de
marzo de 1978 la UIB estrenaba su vida, siendo heredera directa de
una tradición centenaria que en Mallorca data del siglo XV. Pero
hoy la universidad es algo más que un centro de estudios. Es una
institución, es un referente y, para quienes pasan por ella
-demasiado pocos, todavía-, debería ser una fuente de
conocimientos, de ciencia, y un lugar para la investigación.
Ayer se celebraba, con unos días de adelanto, ese aniversario.
Es de justicia conmemorar con solemnidad académica este cuarto de
siglo de existencia y homenajer a aquellos que la han hecho
posible. Gracias a la presión pupular se puso en marcha nuestra
universidad. Paso a paso ha ido creciendo, aumentando el número de
facultades, de alumnos y profesores. Pero no hay que caer en
triunfalismos. Este aniversario debe servir para reflexionar. Debe
abrirse un debate y preguntarnos si tenemos la universidad que
necesitamos y si esta universidad vive o no de espaldas a la
sociedad. Es imprescindible replantearse si los estudios que en su
momento se instauraron son los más adecuados para los nuevos
tiempos. Hace falta más imaginación para abordar nuevos retos, sin
encorsetamientos. Mientras la universidad no sea capaz de romper su
endogamia y no sea capaz de buscar fórmulas más imaginativas para
buscar el profesorado idóneo, sin ataduras funcionariales, quedará
mucho camino por recorrer.
Ahora, a punto de abrirse el período que conducirá a la elección
del nuevo rector, es un momento adecuado para profundizar en el
debate sobre el modelo universitario, un debate que no debe
agotarse en el propio campus. La sociedad balear debe aportar
también sus puntos de vista para conseguir una universidad abierta
al mundo pero también profundamente conectada a la cultura de estas
Islas.
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