El embajador de Siria en España, Mohsen Bilal, aseveró ayer en
Palma que su país «no reconocerá nunca, ni tendrá ninguna relación
con un gobierno extranjero de tipo neocolonialista» en Irak.
Ante la postura del Gobierno español, país que definió como «más
que amigo, hermano», se mostró prudente al señalar que «España es
un Estado soberano, como lo es Siria, y cada uno tiene su punto de
vista, por lo que nosotros respetamos la opinión de los amigos
españoles, como éstos respetan la nuestra».
En su visita a Palma -con motivo de la presentación del libro
«Tartous» sobre la reconstrucción del casco antiguo de esta ciudad
a cargo de Palma y Alicante-, el diplomático mostró, para empezar,
sus condolencias por la muerte de dos periodistas españoles en Irak
y consideró la guerra «una agresión clara contra un país soberano,
miembro de la Liga Arabe y de la ONU».
Esta guerra -prosiguió- «está provocando una tremenda situación
de inestabilidad y de caos en el Oriente Medio, en el Mediterráneo
y, en definitiva, para el mundo».
En este sentido, se mostró de acuerdo con las palabras del Papa
Juan Pablo II en el sentido de que «esta guerra amenaza la paz y el
futuro del mundo».
Una vez finalizada la acción armada, adelantó, Siria considerá
una «ocupación extranjera en Irak» la formación de un nuevo
Ejecutivo no iraquí.
«Irak es para los iraquíes y el petróleo de Irak es del pueblo
iraquí -declaró de forma tajante-, por lo que Siria será contraria
de forma categórica y clara a cualquier intento de tomar Irak por
manos extranjeras».
«Nunca aceptaríamos un gobierno extranjero, fundamentalmente
estadounidense» en el país de Sadam Husein, insistió Bilal.
Pese a estas «diferencias», el embajador sirio aseguró que los
contactos con las autoridades en España son «permanentes y no se
han interrumpido», y que incluso se espera la visita de los reyes
de España al país el próximo 20 de octubre, en la que será, según
afirma, una «visita histórica».
En relación a las advertencias de la administración
norteamericana de que Siria e Irán podrían ser también objetivos
militares, Bilal las consideró un «chantaje, una intimidación y una
provocación».
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