La protesta contra la guerra todavía mantiene la cabeza alta en
Palma y sigue moviendo a miles de personas.
Ni un sólo incidente a lo largo de hora y media de recorrido. Fue
una manifestación reivindicativa y festiva donde, además de las
pancartas habituales, brillaron con luz propia las
caracterizaciones de centenares de rostros anónimos: un «ejército»
guiado por un tanque de cartón, un Bush con camisa de fuerza, un
«Tío Sam» llevando a Aznar como marioneta, una gran margarita
recordando los otros conflictos que se desarrollan en otras partes
del mundo... En alguna ocasión, por el variopinto público, la
animación y los diferentes disfraces podría haber parecido uno de
los desfiles de Carnaval; una Rúa de gente comprometida.
La quinta manifestación convocada por la Plataforma por la
Democracia y la Globalización Social -la primera tras la entrada de
las tropas de Estados Unidos en Bagdag- mantuvo el tono crítico
ante la posición adoptada por el Gobierno de España en el conflicto
y no desmereció a otras convocatorias anteriores pese a que, en un
primer momento, pareció que sólo unos centenares de personas
secundarían el llamamiento.
No fue así. Los representantes políticos (menos que en otras
ocasiones) perdieron cualquier protagonismo, se confundieron con el
resto de manifestantes y dejaron las pancartas para la gente de la
calle y de otras organizaciones sociales, pacifistas y de mujeres.
La manifestación de Palma estrenó un nuevo recorrido, inédito en la
ciudad. Partió de la Plaça d'Espanya y, en dirección al Eixample
(Avingudes abajo, hacia el mar) se disolvió en el Parc de la Mar,
donde se leyó el manifiesto final. Veteranos «manifestantes» de la
época de la transición admitían que era la primera vez que hacían
ese recorrido.
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