TW
0

El duque Carl de Würtemberg y su esposa Diana de Francia, ésta ya completamente restablecida, descansan en Flor de Lys. Les acompaña «Macho», un simpático cachorro muy cariñoso, que a nada que te descuidas te da cada lametón que para qué digo. Los duques, que han pasado la Semana Santa en la Isla, ayer, segundo día de Pascua, recibieron la llamada de todos sus hijos para felicitarlos. «Fleur me acaba de llamar -nos dijo Diana-; ya tienen casa en Viena, donde vivirán tras casarse, el 9 de agosto. Me dicen que apenas tienen tiempo para nada; todo lo destinan a la preparación de la boda».

El duque, que también goza de un excelente aspecto, nos confiesa que anda metido de lleno en la organización de la boda de su hija -«la 14 que organizo en mi vida», nos dice en un aparte- pues no quiere dejar nada a la improvisación a pesar de que lo tiene todo más que controlado, a saber: el 8 de agosto, viernes, a las 11 de la mañana será la boda civil; entre las cuatro y media y seis y media de la tarde, tendrá lugar la recepción en los jardines del castillo de Althausen; a las siete y media, en la plaza del pueblo, habrá una gran fiesta para todo el mundo. El sábado, 9 de agosto, a las 10,30 horas, en la capilla del castillo se celebrará la boda religiosa; a continuación, recepción y sesión de fotos oficiales, primero los novios con los padres, luego con los hermanos luego... Hasta la foto final en la que estará la familia de ambos al completo. Por la noche de ese día, en el castillo, está previsto el baile al que no accederán los fotógrafos, al menos con la cámara. ¿Que quiénes asistirán? El duque no revela nombres. «Ya se verá el día de la boda», dice. Tampoco su esposa quiere hacer comentarios sobre el vestido que llevará, eso sí -recuerda-, «he hablado con las más allegadas y les he dicho que a ver si nos ponemos de acuerdo, no vaya a ser que algunas nos pongamos un vestido igual o parecido».La duquesa nos acompaña hasta la escultura del ángel, obra suya, situada en la entrada de la finca que llegó hasta allí hace tres semanas, cuando ella no estuvo bien. Realmente es una escultura espléndida y muy original. Alta, azul, con agujeritos. «Por la noche, de ellos emanan unas lucecitas. Es preciosa». Diana de Francia ha recobrado el buen aspecto de siempre. «Lo pasé muy mal, ¿sabe? No me he muerto de milagro, según me dijo el médico. Porque si me muero, ¡vaya faena le hubiera hecho al duque! Sí, porque siempre me ha dicho que me prohibía morir antes que él».

Pedro Prieto