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La visita del vicepresidente segundo y ministro de Economía del Gobierno central, Rodrigo Rato, acompañando al candidato del PP a la Presidència del Govern, Jaume Matas, ha marcado el inicio oficioso de la campaña electoral en Mallorca, aunque oficialmente no se abrirá hasta los primeros días de mayo. Como era de esperar, los aplausos y las críticas han acogido con idéntico entusiasmo el mítin de Matas, que prometió políticas de pleno empleo, la recuperación del liderazgo turístico, más autopistas y un bilingüismo efectivo. Asuntos nada baladíes con los que el candidato popular quiso y supo poner el dedo en la llaga, haciendo ver que el Pacte de Progrés ha sido el causante del bajón turístico y del aumento del paro.

Y repasó asuntos polémicos, como la política de carreteras, el delicado tema lingüístico -propugnando la defensa de las modalidades insulares, aunque aceptando la unidad de la lengua catalana- o la política del medio ambiente, de los que el Pacte ha hecho bandera, y que los populares están dispuestos a cambiar radicalmente si llegan al poder. Lo mismo que otras dos promesas difíciles de cumplir: garantizar la libre elección de colegio y de la lengua vehicular de la educación, en una sociedad en la que prácticamente todos los padres sueñan con los mismos colegios -unos pocos de renombre- para sus hijos, y facilitar el acceso a la vivienda, en una comunidad donde los precios se han desorbitado completamente. No cabe duda de que Matas ha elegido con acierto los puntos claves de su programa electoral, sabiendo que en esta línea puede conseguir más votos.

Pero como suele ocurrir en todo acto electoral, las banderas, las proclamas, los aplausos y hasta la música envuelven los discursos, que, en muchas ocasiones, se olvidan tras las elecciones. Prometer es fácil, pero no lo es tanto desvelar cómo se consigue todo eso que, al final, viene a ser la cuadratura del círculo.