La cruel guerra de Irak, con sus monstruosas consecuencias,
dignas de la peor barbarie imaginable, ha puesto de manifiesto una
vez más el carácter verídico de las más terroríficas profecías.
Autores como Nostradamus, San Juan de Jerusalén o Rasputín
advirtieron del advenimiento del tercer milenio como el preludio
del tercer conflicto mundial, que destruirá la civilización
occidental. También la Biblia anuncia en el libro del Apocalipsis
el desastre, como consecuencia de la quiebra de los valores humanos
ante el triunfo del Anticristo y su falsa moral, de rostro
satánico.
Las advertencias del Vaticano y su postura frontalmente
enfrentada a esta guerra ignominiosa son actualmente muy
significativas. En la cuarteta 89 de la X centuria, Nostradamus
anuncia 57 años de paz y prosperidad (que son los que van de 1946 a
2003) antes de una apocalíptica guerra global: «Los muros de
ladrillo y mármol serán reducidos, cincuenta y siete años
pacíficos. Gozos de los humanos, renovado el acueducto. Salud,
abundancia de frutos, alegría y tiempos maléficos».
Al sucumbir esta época floreciente, el célebre profeta francés
anuncia funestas invasiones islámicas por toda Europa como venganza
de una infernal cruzada contra Mesopotamia (Irak) y otros países
árabes. En su Protocolo Secreto de las Profecías, San Juan de
Jerusalén también hace referencia al capitalismo sionista que
dominará el mundo tras el año 2000 y a sus trágicas consecuencias:
«Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el oro estará en
la sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre
en el templo encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas
y usureros; la espada defenderá la serpiente: pero el fuego será
latente. Todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra. Y los hijos se
convertirán en la nube ardiente; ellos alzarán los viejos
estandartes».
Gabriel Alomar
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