Trimestralmente, la Encuesta de Población Activa nos depara un
nuevo susto. Este sistema de cuantificar el número de parados que
existen en nuestro país difiere del clásico, que se ofrece
mensualmente, cuyos datos proceden de la incorporación de
desempleados a las listas del Inem. Así, la última de estas
encuestas, hecha pública ayer y referida a los tres primeros meses
del año, arroja una cifra más que preocupante de parados en nuestro
país -2.182.700 personas-, alcanzando una tasa del 11'73% de la
población activa y sufriendo un aumento de 64.500 desempleados,
especialmente mujeres. Datos, todos ellos, que nos colocan en un
deshonroso puesto de cabeza en los niveles de desempleo en
Europa.
En estos asuntos, sin embargo, la realidad presenta varias
caras. Por ejemplo, al tiempo que esas 64.000 personas se apuntaban
a las listas del paro, otras 55.000 encontraban un empleo, situando
la tasa de ocupados en límites récord, pues hay que tener en cuenta
que en esos tres meses la población activa creció en España en casi
120.000 personas, un número difícil de cubrir a la hora de crear
puestos de trabajo. Todo ello significa que quizá, como cree el
Gobierno, no se está destruyendo empleo, sino que los nuevos
parados responden a ese segmento poblacional que se va incorporando
al mercado laboral de forma constante.
Hay también quien, no contento con los datos, desconfía de su
veracidad. Ocurre en Balears, donde la EPA revela un sorprendente
aumento del paro del 48%, situando la tasa de desempleo en el
12'02%, por encima del conjunto del país. Lo que lleva a la
Conselleria de Treball a considerar que «no se ajustan a la
realidad». Se ajusten o no, lo cierto es que la situación no es
halagüeña, ni en las Islas, ni en el resto del país. Quizá
achacable a la guerra, a la ralentización del consumo o a la
situación internacional, la realidad que dibujan las estadísticas
es dramática y exige un cambio de rumbo radical.
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