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Si algo quedó claro desde el principio en la controvertida tarea de formar un gobierno en el Consell de Mallorca era que la clave de todas las opciones la tenía Maria Antònia Munar, a pesar de estar en clara minoría respecto al respaldo obtenido por el PP y el PSOE. De ahí que ambos partidos lanzaran generosas ofertas que consolidaban el estatus de la líder de UM con tal de pactar un equipo de gobierno estable de cara a los próximos cuatro años.

Finalmente, Munar ha decidido que su inmediato futuro político correrá de la mano de los conservadores, dando un giro considerable a lo ocurrido en las dos últimas legislaturas y borrando de un plumazo la única posibilidad que le quedaba al Pacte de Progrés de reeditarse en una institución de importancia en Mallorca.

La decisión puede sorprender o no, dadas las circunstancias, pero hay que admitir que en muchas áreas -el tratamiento de residuos, la ordenación del territorio, el mapa de carreteras o el modelo turístico- la sintonía entre UM y el PP suele ser más pareja que la existente con los progresistas.

De ahí que Munar haya preferido un pacto sólido con el partido que preside Matas, conservando el poder que ostentaba, a uno con el PSIB que tendría que contar necesariamente con los apoyos puntuales de partidos menores que le son más esquivos, como Els Verds, Esquerra Unida o el PSM. Ha sido, pues, lógica la decision de UM. El pacto con el PP les ofrece mayor estabilidad, responde a lo que se reflejó en las urnas -derrota de la izquierda- y es más «generoso».

Despejada la incógnita, ya tenemos gobiernos de centro-derecha en el Consolat de Mar, en el Consell de Mallorca y en el Ajuntament de Palma, lo que devuelve a los partidos del Pacte de Progrés a una oposición en la que tendrán que esforzarse para evitar repetir los errores que les han hecho perder el poder.