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Joan Fageda pone punto y final a una larga etapa como alcalde de Palma que ha durado tres legislaturas. Es pues el momento de hacer balance, mirando atrás en el tiempo, y comprobar en qué ha mejorado Palma y qué asignaturas quedan todavía pendientes. Antes que nada es necesario reconocer que la ciudad ha cambiado, y mucho, durante estos últimos años. Si bien la etapa socialista, que también duró doce años, tuvo sus logros, éstos se centraron quizá más llamativamente en áreas como la cultura y la acción social, mientras que el PP ha querido acometer obras de infraestructuras y reformas que han resultado largas y molestas para la ciudadanía, pero del todo necesarias. Y la renovación total de la flota de autobuses de la EMT.

Es obvio que restan asuntos por mejorar. En este apartado debemos mencionar las áreas sociales y educativas, pues Ciutat padece bolsas de marginación y necesita optimizar, en algunas zonas, sus infraestructuras escolares públicas. Otras grandes carencias son la falta de zonas verdes -tras el decepcionante Parc de ses Estaciones cabe esperar que la falca verda sea el gran parque que Palma necesita-, el eterno problema de limpieza y un cierto caos circulatorio. Pero, en general, se puede concluir que Fageda ha mejorado la ciudad, ha acometido obras imprescindibles y ha intentado dar a Palma una imagen nueva, aunque no haya sido del gusto de todos. Se podían haber hecho muchas más cosas y evitado algunos errores.

Pero, sobre todo, Fageda quedará en el recuerdo como un alcalde próximo a los ciudadanos, afable y cordial, sin tics autoritarios ni actitudes prepotentes. Fageda tuvo el gran acierto de acabar con la crispación de épocas anteriores y marcar un nuevo estilo de tolerancia que ha permitido una adecuada convivencia en Cort con los otros grupos municipales, pese a las lógicas diferencias políticas. En definitiva, ha sido un buen batle, apreciado por la gran mayoría de los palmesanos.