Catalina Cirer estrenó el cargo oyendo misa. Por partida doble. A
las once y media de la mañana estuvo en la Santísima Trinidad y a
las doce y media en Sant Sebastià. Al primer lugar llegó a pie,
desde su casa, seguida con cierta discreción por el policía de
paisano que le ha sido asignado para que la escolte cuando no está
en el Ajuntament. Para asistir al segundo oficio utilizó por
primera vez el coche oficial.
La batlesa Cirer vestía de blanco. Por una vez no la acompañaba
su marido, Martín, que seguramente se había quedado en casa al
cuidado de ses ninas. Junto a la puerta del templo fue recibida por
el presidente de la Asociación de Vecinos al son de boleros. Allí
se reunió con ella la regidora María José Frau y, una vez en el
templo, la primer teniente de alcalde Francisca Bennàssar. Por
primera vez, el banco de autoridades está integrado por mujeres.
¿Qué por qué asistió a misa Catalina Cirer ahí, precisamente?
Porque la invitaron a que participara de los festejos de la
Santísima Trinidad que se celebraron ayer en dicho templo, que
además se denomina así, y que es también su parroquia.
En la puerta de Sant Sebastià aguardaban el presidente de la
Casa Regional de Murcia, a quien acompañaban algunos murcianos y
murcianas ataviados con el traje típico de la huerta, entre ellos
la reina. Enseguida se sumó al grupo el párroco, Alfred Miralles,
que le dio la bienvenida como batlesa, que no como feligresa, pues
lo fue de esa parroquia durante muchos años, hasta que se casó,
aunque sigue muy vinculada a ella, al igual que sus padres.
Pedro Prieto
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