Fue ayer el último domingo de la primavera 2003. Un día no tan
soleado como los que le precedieron, de lo cual puede que tuviera
la culpa una ligera bruma, pero si cabe bastante más caluroso que
aquéllos. Prueba de ello es la poca gente que se vio en la ciudad;
los demás parece como si se hubieran ido a las playas más cercanas,
Can Pere Antoni, Platja de Palma, Cala Major e Illetes, hacia donde
salieron a primeras horas, originando en según qué momentos
retenciones en la autopista, lo que evidencia la necesidad de abrir
un nuevo cinturón pues este se nos ha quedado pequeño.
Será la del 2003 una primavera fácil de recordar, al menos a
medio plazo, ya que ha sido la primavera en que tuvo lugar la
guerra que nadie quiso, la de Irak; fue también la primavera en que
se produjo la contundente victoria del Mallorca en el Bernabéu
(1-5); en esta primavera llegó por tercera vez el Papa a España; a
mediados de ella murió el obispo don Teodor, muy querido por los
mallorquines; y fue primavera de elecciones municipales y
autonómicas, con llovizna y tiempo fresco en el día clave, 25M, que
en esta Comunidad mandaron al banquillo al Pacte de Progrés, así
como a Margarita Nájera, batlesa de Calvià, que... quién se lo iba
a decir, pues parecía inamovible en el cargo.
En el aspecto climatológico, esta primavera que finaliza esta
semana ha sido un tanto irregular, como tiene que ser una primavera
que se precie, aunque con un mes de junio -lo que llevamos de él-
calurosísimo.
Como decíamos, ayer, último domingo de primavera, la mayor parte de
los palmesanos -imaginamos que sucedió lo mismo en todas las
localidades de la costa- se pasaron muchas horas del día en remojo,
o si no tumbados sobre la arena ligando bronce -aunque imagino que
pocos soportarían eso- y los que no, buscando cobijo en las frescas
terrazas donde tomar el aperitivo, leer el diario o comentar la
jornada futbolística tan apasionante que se avecinaba.
Pedro Prieto
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