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IVÀN TERRASA - MADRID
«No, Ruth no va a hacer declaraciones por el momento, cuando todo esto haya pasado volvemos a hablar». La escueta explicación dada por Ana (secretaria particular de Ruth Porta en la Federación Socialista Madrileña) a este peridico es por lo demás muy elocuente: su «jefa» está missing para los medios de comunicación, «de reunión en reunión y ocupadísima», dicen desde la oficina de prensa de la propia FSM, una casa de locos desde que el pasado 10 de junio los dos ya infelizmente famosos diputados socialistas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, se tomaran un café con la sangre fría de un asesino profesional segundos antes de abandonar la Asamblea de Madrid sin participar en la votación que debía encumbrar al candidato propuesto por PSOE e IU para presidir dicho organismo, Francisco Cabaco.

Desde aquella aciaga mañana el Partido Socialista atraviesa la peor crisis desde que Rodríguez Zapatero alcanzara la Secretaría General en julio de 2000. Buena parte de los ciudadanos que votaron a Rafael Simancas para gobernar la Comunidad de Madrid en las pasadas autonómicas exigen hoy desencantados su cabeza y todas las cabezas de los que forman su equipo. Y una de esas cabezas, tal vez la más preciada y admirada por el engañado y cerúleo Simancas, es la de la mallorquina Porta.

Alrededor de Ruth Porta, actual secretaria de Política Institucional de la FSM y número cuatro en la lista de Simancas a la Comunidad (ambos son colegas inseparables desde sus tiempos de férrea oposición a Àlvarez del Manzano en el Ayuntamiento de la capital), parece extenderse una trama de oscuros intereses inmobiliarios, pelotazos políticos y enemistades peligrosas de tal magnitud que, no es de extrañar, la propia interesada ha decidido guardar silencio por un tiempo hasta que la tormenta amaine. «Aunque ya conoce usted aquello de que quien calla...», comenta a Ultima Hora una persona cercana al círculo de Porta y Simancas.