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Independiente, creativa e idealista. Àgatha Ruiz de la Prada se adentró en el mundo de la moda en 1980, desde entonces ha conseguido mantenerse al margen de todas las corrientes dictadas por las principales pasarelas internacionales.

-Me encanta la lectura y no un género en concreto. Soy bastante amplia en mis lecturas.

Su vida es un constante ir y venir entre Madrid, París y Milán. Estos días se encuentra en Mallorca ya que mañana inaugura un restaurante en Pula (Son Servera) denominado Pasta Pula y marcado por su personalidad y diseño.

-¿Cuál ha sido el motivo por el que Àgatha se ha introducido en la hostelería?
-Nuestro objetivo es hacer una mezcla entre el diseño y la gastronomía. Presentamos una carta asequible para que todo el mundo pueda disfrutar de ello.

-Vestidos, zapatos, cuadernos, lámparas... y ahora un restaurante.
-Hace años que soñaba con tener mi propio restaurante. Siempre he tenido mi casa repleta de gente para comer. Incluso estoy pensando hacer uno en París.

-¿Tiene planeada alguna otra sorpresa en la Isla?
-Hace cinco años que veraneo en Mallorca y siempre estoy realizando actos. Me gusta introducirme en el lugar en el que vivo, conocer su entorno y su historia.

-¿Qué opina de los diseñadores mallorquines?
-Tengo muy buenos amigos, he trabajado en diversas ocasiones con Pep Guerrero, y también tengo una buena relación con Bárbara Juan.

-¿Sigue la política con el mismo entusiasmo con el que plasma sus diseños?
-Me gusta mil veces más el arte que la política.

-Ahora que menciona el arte, ¿en cuál ha encontrado su fuente de inspiración?
-En el arte contemporáneo, toda mi infancia ha estado relacionada con ese mundo porque mi padre era coleccionista.

-Aparte del diseño y la moda, ¿qué otras aficiones tiene «Corazón Àgatha»?

-¿Le preocupa que la tachen de extravagante?
-No lo soy, muchísimos hogares españoles viven con mi diseño. Me he convertido en un clásico.

-¿Qué opina de las críticas que recibe Àgatha por sus diseños y su antimoda?
-La crítica más importante es que te compren o no, y yo no tengo problemas de venta.

Sebastián Sabater