El acuerdo entre la organización del Tour de Francia y Batasuna
para el patrocinio de una etapa y la promoción del euskera ha
levantado ampollas y ha provocado multitud de reacciones. Desde el
Gobierno de José María Aznar se pedía la ruptura del compromiso con
una organización que los tribunales españoles han situado fuera de
la legalidad y que figura en el listado de organizaciones
terroristas de la Unión Europea (UE), mientras que desde los
sectores nacionalistas se quitaba hierro al asunto. El director de
la ronda francesa, Jean Marie Leblanc, llegó a afirmar que había
sido engañado.
En primer lugar, es plausible cualquier iniciativa destinada a
la promoción del euskera, como lo sería cualquier otra encaminada a
la promoción del catalán si se diera el caso, más allá de las
fronteras de España. Ahora bien, tratándose de un evento deportivo
de primer nivel, lo lógico sería que cualquier acuerdo de estas
características fuera adoptado por las instituciones que tienen la
representatividad de los ciudadanos. Por tanto, lo lógico sería que
fuera el Gobierno vasco de Juan José Ibarretxe el que lo
suscribiera.
No es admisible que ni el Tour de Francia ni ningún otro
acontecimiento deportivo de primer nivel sea politizado. Es de
suponer que a Leblanc en ningún momento se le hubiera ocurrido
suscribir acuerdos con los gaullistas o con los socialistas -y
menos con un partido ilegalizado que ampara a los terroristas-
precisamente para evitar convertir la carrera ciclista por etapas
más prestigiosa del mundo en un escaparate político. Sea por
desconocimiento, sea por cualquier otra cuestión que se escapa a
nuestro razonamiento, a Leblanc le metieron un gol por toda la
escuadra que ha servido para suscitar una agria polémica.
Afortunadamente, ha rectificado.
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