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La gran noticia de la semana ha sido, sin duda, el gran apagón que sufrió Mallorca el pasado lunes. A los ciudadanos, todos sin excepción usuarios de GESA, no les importa si la causa de la monumental avería fue la energía reactiva que se acumuló en una línea de media tensión, provocando una sobrecarga que la subestación de Son Orlandis, cerca de Portol y sa Cabaneta, no pudo soportar. A partir de ahí se produjo una reacción en cadena que provocó la inutilización temporal de otras dos subestaciones y finalmente la parada total de todo el sistema eléctrico insular.

A diferencia de apagones de años anteriores, el problema no estuvo en una falta de potencia, aunque sí coincidió con uno de los días de mayor consumo en la historia, sino en una avería en la red de transporte. Bien, es una explicación. Pero lo que exigen los ciudadanos es que no haya más apagones de este calibre. Fueron muchos miles los mallorquines, residentes y turistas perjudicados en un día de pleno verano. Las pérdidas fueron muy cuantiosas, pero la experiencia viene demostrando que tras la lógica indignación durante las largas horas del apagón, la inmensa mayoría de los perjudicados no presenta ninguna reclamación y todo se olvida hasta el siguiente apagón. El Govern, por su parte, ha decidido ponerse del lado de los consumidores -como es su obligación-, ha abierto una investigación y ha criticado a GESA por la falta de información. No se puede a tener a toda Mallorca sin la más mínima información. Las nuevas tecnologías deben permitir que, en casos de emergencia, funcione un sistema que permita informar del desarrollo de una crisis en el sistema eléctrico. No hay duda de que siempre puede existir averías, pero cuando éstas se produzcan no deben desencadenar un «cero», es decir, una parada de todas las centrales. GESA está obligada a revisar sus protocolos de seguridad y el diseño de la red para poder aislar la zona afectada y seguir dando servicio a la Isla. Mientras no se solucione esta cuestión, estamos expuestos a nuevos apagones y nuevas comparecencias públicas para pedir humildemente perdón por las molestias causadas y por la imagen tercermundista que se ha dado de Mallorca.