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La decisión ya está tomada y así se ha filtrado el pasado fin de semana. Mariano Rajoy será el candidato del Partido Popular (PP) a la Presidencia del Gobierno. Así lo ha decidido José María Aznar y sólo falta la ratificación por los órganos directivos de la formación conservadora. Obviamente, se tratará de un trámite formal. A nadie se le ocurre que la dirección del PP vaya a rechazar la propueata de Aznar. Al margen del candidato elegido, el procedimiento utilizado para elegir al sucesor de Aznar no deja de ser singular y no tiene precedentes en las democracias europeas.

Si bien es cierto que se barajaban algunos nombres, no ha habido sorpresas. Mariano Rajoy se encontraba en todas las quinielas junto con otro peso pesado del partido como Rodrigo Rato, que contaba a su favor con una excelente gestión económica, aunque su pasado empresarial podía haberle supuesto alguna importante traba en su carrera hacia la Moncloa.

A Mariano Rajoy le avala una dilatada carrera política que le ha llevado por distintos departamentos del Gobierno, y siempre con éxito, hasta llegar a la Vicepresidencia primera. En este sentido, lo ilógico hubiese sido sacar de la chistera otro candidato y dar la gran sorpresa. Rajoy, que ha tenido que lidiar con asuntos tan difíciles como la crisis dePrestige o la guerra de Irak, es un hombre dialogante, poco parecido al actual presidente, aunque no nos debemos llevar a engaño: las líneas políticas generales serán más o menos las mismas, aunque quizá no los modos.

Esucesor abandonará sus cargos en el Gobierno y se convertirá en el nuevo secretario general del partido, lo que le dejará las manos libres para preparar la campaña electoral con vistas a las generales del próximo año. Cierto es que sobre todo este proceso planea la duda acerca del papel que jugará Aznar a partir de ahora y sobre lo que va a ser de él en el futuro, porque si algo no sería en absoluto deseable para el PP es que existiera una «mano en la sombra» o que se produjera una extraña bicefalia.