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JULIÀN AGUIRRE
Aunque muchos pequeños ya parecían estar mentalizados de que la vuelta al cole era inmediata, ayer por la mañana la tristeza era patente en los rostros de niños y niñas que acudían por primera vez al colegio. Desde primera hora de la mañana, entre las siete y media y las ocho, comenzaron a levantarse de la cama, y aseados y desayunados, con la maleta preparada, pusieron rumbo, bien en coche o andando, al centro escolar. Minutos antes del toque de sirena para la entrada en las aulas, padres y alumnos se reencontraban, en muchos casos, un año más tras las vacaciones estivales. En este recién inaugurado curso escolar 2003/04 decidimos vivir la primera jornada, en las diferentes aulas, del colegio público Jaime I, de Palma. En el centro que dirige Sixto López estudian alrededor de 500 alumnos de todas las edades, los más pequeños, de 3 años de edad. Es un colegio multirracial, donde conviven niños de diferentes nacionalidades, como rumanos, chinos, uruguayos, venezolanos, peruanos, cubanos, subsaharianos, rusos, indios, argelinos, bolivianos, marroquíes y españoles, entre otros. Quizás, a diferencia de otros colegios, en el Jaime I, jugar o aprender con niños de otras religiones, culturas y razas es normal. Es un centro donde los más pequeños no entienden de acentos o colores de la piel, sólo de amigos, compañerismo y aprender las diferentes asignaturas; todos son iguales.

Pocos minutos después de sonar la sirena de entrada, los alumnos comienzan a tomar posesión de pupitres, percheros, sillas, etc. Tras la presentación del profesor/ra se pasa lista, uno a uno, de todos los asistentes. El primer día es de contacto, preparan un calendario, revisan los libros, etc. Los más pequeños lloran o intentan abrir la puerta de la clase, sus llantos y gritos se escuchan por los pasillos. La profesora de Primaria intenta calmarlos, con mayor o menor éxito y mucha paciencia. Algunos contienen sus lágrimas y se esconden, agotados por el berrinche, bajo las mesas o en un rincón del aula. Poco a poco, dejan de llorar y comienzan a jugar con otros niños, juegos didácticos y divertidos para el primer día de cole. A las once y media de la mañana suena por segunda vez la sirena, significa que ha llegado la hora del recreo. Pocos bocadillos, menos fruta y muchos bollos de chocolate, galletas y zumos tetrabric. El juego preferido de los niños es correr tras una pelota, improvisadas porterías son el objetivo de quien consigue darle al balón. Las niñas, por el contrario, buscan la sombra o un rincón donde poder sentarse o charlar. Hablan de sus cosas, de música, la tele, sus padres, etc. Tras la pausa, regresan a clase y dan el sprint final, que se hace largo, a pesar de ser el primer día, en que han hecho ese primer contacto, y ya se llevan algunos ejercicios o deberes a casa. A las dos del mediodía recogen los libros, maletas y chaquetas y se disponen a salir del colegio. Ha terminado el primer día de clase, Los pequeños salen corriendo en busca de sus padres, quienes, en una auténtica odisea, aparcan los coches en doble fila, amparados en la buena voluntad del agente de la zona. La sonrisa vuelve al rostro de los niños y mañana, hoy, será otro día. Eso sí, el chaval le cuenta a mamá o papá todo lo que ha hecho, los amigos, la primera caída en el recreo y lo bien que lo ha pasado.