El de la limpieza de las calles de Palma es uno de los problemas
más difíciles de resolver por el Ajuntament, como ha quedado
demostrado suficientemente a pesar de los cambios de régimen
político (dictadura - democracia) y de los sucesivos responsables
que no han sabido encontrar la fórmula para que su intención
alcanzara el éxito. Se han comprado máquinas y se han probado
sistemas y hasta se ha trabajado, y se trabaja, mucho y con mucha
dedicación para que ésta sea una de las ciudades más sucias de
Europa, pero no se ha logrado que la ciudadanía asuma como propia
esa norma esencial: más que limpiar, no ensuciar.
Con el presente reportaje, Ultima Hora ha pretendido conocer de
propia mano la efectividad del servicio de limpieza y si éste llega
a todas las zonas de la ciudad. Para ello establecimos un control
diario sobre diez envoltorios colocados por este diario en un área
en forma de abanico que abarca una amplia zona de la ciudad, desde
La Soledat a Santa Catalina y el centro de Palma.
El primer día, el lunes por la tarde, a la hora en la que se
supone que el servicio de limpieza ha terminado su labor, fue
cuando dejamos los envoltorios. Así, al día siguiente, en un primer
control, podíamos establecer los niveles de eficacia, que hemos
fijado en «bien, regular, mal y horroroso», aunque con lo de
«regular», para los objetos que no han sido retirados el primer
día, hemos sido condescendientes, puesto que se supone, como dijo
el teniente de alcalde responsable de la empresa municipal, que las
calles se barren todos los días, aunque un fallo lo puede tener
cualquiera.
No fue sorpresa para nosotros comprobar que en las viviendas de
«Corea», en la calle Juan de Austria, encontraríamos el más negro
de los puntos de concentración de basuras puesto que no es la
primera vez, ni será la última, que Ultima Horaha acudido al lugar
atendiendo la reclamación de ciudadanos quejándose de las
deplorables condiciones sanitarias y ambientales en las que se
veían obligados a vivir a causa de la permanente acumulación de
basuras que nadie retira, ni siquiera el Ajuntament, con el
pretexto de que ese «vertedero» no se halla en la vía pública, sino
en un espacio privado comunal. Otra de las desagradables sorpresas
la encontramos en la plaza Porta Santa Catalina, toda ella, la zona
en donde se hallan los pinos de la polémica de cuyas ramas penden
tablas de madera con los nombres de algunas personas y asociaciones
que con su acción evitaron, momentáneamente que esos árboles fueran
talados como paso previo a la construcción de unos aparcamientos
subterráneos que el Ajuntament había proyectado.
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