Julio tiene 9 años y cursa cuarto de EGB en el colegio público
S'Albufera, del Port de Alcúdia. Cada día a las 8.10 en punto de la
mañana espera aún medio adormilado, en la parada situada junto a
las casas de Can Ramis, al autobus que le llevará rumbo a la
escuela. Desde allí inicia un recorrido de 45 minutos a lo largo de
una docena de paradas que recorren las principales zonas turísticas
hasta llegar al vecino término municipal de Muro. 7,45 kilómetros
de recorrido para una veintena de chicos y chicas que en la mayoría
de casos comenzaron a asistir a clase cuando la elección de centro
escolar en el municipio era una utopía.
Hasta que se inauguró hace dos años la escuela nueva de Alcúdia,
los chavales del municipio se veían obligados a desplazarse a un
centro escolar con vacantes, casi nunca el más próximo. Por ese
motivo, desde el Ajuntament se complementó la habitual oferta de
transporte escolar, y en Alcúdia no sólo viajan los alumnos que
viven a más de 3 kilómetros de la escuela, sino todos aquellos que
por un motivo u otro lo precisan. El recorrido es monótono,
demasiado dormidos para cantar, reír o charlar. Como mucho,
inercambian algunos «tazos». Tampoco conocen al conductor, que
varía en función de los turnos establecidos, y a estas alturas del
año, el roce ha sido mínimo.
Los chicos se van sumando al recorrido en un goteo constante y
Julio, el más veterano, repite de memoria quién ha de subir en cada
parada a una monitora que se empeña en que los chicos se sienten
correctamente. Cristina tiene una tienda de ropa, trabajo que
compagina con el de monitora del bus escolar las mañanas y
mediodías. «Lo hago porque me gusta, la verdad», explica.
E. Ballestero
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