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En La Misericòrdia no sonó el himno de Riego. Ni el de Riego ni ningún otro y eso que, en medio del acto festivo que conmemoraba el 25 aniversario de la Constitución, tuve la maliciosa idea de llamar al teléfono móvil de Eberhard Grosske para ver si también él, como media España, ya se ha instalado el himno con el que nos asocian en las antípodas. No pasó nada. El constitucionalismo de Grosske es a prueba de bombas, incluso aunque éstas caigan en Irak. Ya que hablo de Irak, puede que la carpa instalada proteja del frío y de la lluvia, pero aquello tenía toda la pinta de ser un hospital de campaña.

También llamé a Pere Sampo, pero no sé si lleva o no el himno de Riego porque el dirigente nacionalista no estuvo en la fiesta de la Constitución. A estas alturas, la noticia no es que el PSM no vaya a la fiesta de la Constitución, sino que vaya, así que me llevé un susto monumental cuando vi al ex alcalde de Alaró Josep Gomila que, con paso decidido, subía las escaleras hacia la balconada de La Misericòrdia. Por un momento pensé que el PSM estaba en crisis con dos facciones enfrentadas -no se rían, por favor-, hasta que descubrí que Gomila estaba despistado porque no iba a la fiesta de la Constitución, sino a una conferencia que daba Vicenç Villatoro un piso más abajo.

De susto en susto. El delegado del Gobierno, Miquel Ramis, que era quien invitaba a la conferencia y a los estupendos canapés posteriores a ella, dejó patidifuso a más de uno cuando, en ese solemne tono suyo, anunció a los cuatro vientos que el de ayer era su primer acto constitucional como delegado del Gobierno y tal vez el último. Caramba, hay que ver cómo se las gastan los del PP cuando un compañero tiene la osadía de invitar a un socialista a pronunciar una conferencia. Descabalgado en el acto. Y yo que pensaba que lo de multar a la gente era una competencia ejercida en exclusiva por Ramis.