En estas fechas se cumplen los veinte años de la autorización
del cine porno, cine X, en España, un producto que con el paso de
los años ha ido a menos. ¿Por qué? Sin duda por la gran competencia
que está teniendo a través de los videoclubes, donde se pueden
alquilar películas más baratas de lo que cuesta la localidad del
cine X (en los de Palma, 5,9 euros), y últimamente a través de
Internet, donde incluso se puede ver cine más real, que es el que
proporcionan las películas de porno domésticas.
En Palma hay dos cines porno, llamados salas X, que son muchos
(el 10 por cierto) comparados con los que siguen abiertos en otras
capitales de provincia -en España hay 12 o 13 abiertos-, y se
encuentran en las calles Nuño Sanz y Joan Bauçá. Como la ley
prohíbe exhibir pasquines pornos, la cartelera de ambos se limita a
anunciar la película que proyectan (en el escaparate de una de las
salas vemos pegado el cartel de una velada de boxeo a celebrar en
fechas próximas.)
Al frente de ambos cines sólo están dos personas, una en cada
uno. ¿Y para qué más, si con una es suficiente para cobrar, abrir
la puerta, iluminar con la linterna los asientos cuando ha
comenzado la película y poner en marcha el vídeo que la proyecta?
El encargado del de Nuño Sanz, ve el futuro con cierto pesimismo,
ya que los días que más, pasan por taquilla unas veinte personas, y
los que menos, tres o cuatro. Y el público es el que manda. Pero
mientras pueda soportase, seguirán abiertos.
Pedro Prieto
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